Síndrome urémico hemolítico

En nuestro país, el síndrome urémico hemolítico (SUH) es una enfermedad que puede aparecer a lo largo de todo el año. La Argentina es el país donde se diagnostica la mayor cantidad de casos en todo el mundo, alrededor de 300 casos nuevos por año.

Generalmente afecta a lactantes, niños entre 6 y 36 meses de edad. Existen brotes en los meses más cálidos, pero aparecen nuevos casos durante todo el año.

¿Cómo se manifiesta?

Comienza con una diarrea con moco, sangre o ambos en niños previamente sanos. Luego de tres o cuatro días aparece palidez, como expresión de anemia ya que empiezan a bajar los glóbulos rojos. Los riñones empiezan a fallar en su trabajo para eliminar sustancias tóxicas, por eso aumentan en la sangre la urea y la creatinina. En la mitad de los niños con esta enfermedad, esa falla en la función del riñón puede ser tan grave que el niño deja de orinar. En ese caso es necesario tratarlo con diálisis, que es un procedimiento que reemplaza la función de los riñones.

En los casos más graves también se pueden afectar otros órganos, presentarse convulsiones o coma, puede subir la presión arterial o se corre el riesgo de que el intestino se perfore, con riesgo de vida.

Esta enfermedad puede ser muy grave. El niño debe estar internado y ser tratado por un equipo especialista en nefrología infantil. Pese a su gravedad, actualmente la mortalidad es sólo del 2 al 3 %.

¿Qué le puede pasar a mi hijo si tuvo un SUH?

Debe continuar bajo control del especialista, además del pediatra, ya que la mayoría de los niños afectados por esta enfermedad se cura definitivamente; aunque 30% de ellos podrá tener problemas en algún momento de la vida, tales como hipertensión arterial, fallo renal o ambos (esta es la segunda causa de insuficiencia renal crónica en niños en nuestro país).

¿Cuál es la causa de esta enfermedad?

Es una enfermedad transmitida por alimentos contaminados con una variedad muy tóxica de una bacteria llamada Escherichia coli.

Ingresa al organismo por la ingesta de carne (especialmente mal cocida), o por otros alimentos que hayan estado en contacto con la materia fecal de la vaca, como la leche no pasteurizada, verduras y frutas mal lavadas, aguas contaminadas, etc. Estos alimentos a simple vista pueden aparentar estar en buen estado. Es importante tener cuidado en saber de donde provienen, cómo han sido conservados y procesados, observar la higiene, el cumplimiento de la cadena de frío y el grado de cocción.

En esta situación lo más valioso es la prevención.