Prevención del estrés

Todos los organismos vivientes tenemos mecanismos de defensa, huída o adaptación ante las agresiones. Los humanos llamamos estrés a la reacción experimentada ante una situación de alarma o peligro.

Para enfrentar las situaciones de estrés nuestro organismo requiere estar alerta, preparado para la acción, con mayor fuerza y velocidad de reacción. Para ello aumenta la producción de determinados mediadores químicos neuroendócrinos (adrenalina, noradrenalina, etc.) que estimulan la irrigación sanguínea de nuestro sistema nervioso, corazón, pulmones y músculos, preparándonos para la “lucha o pelea”. Esta reacción fisiológica es beneficiosa para poder enfrentar situaciones difíciles, pero puede ser perjudicial cuando no podemos controlarlas ante las alarmas o peligros cotidianos.

La interpretación y trascendencia que se le da a una determinada situación de alarma, varía de acuerdo a cada persona.

Se afirma que la guerra, las catástrofes y la muerte de seres queridos, son las mayores situaciones de alarma que pueda experimentar una persona. Pero en lo cotidiano se nos presentan situaciones que, pese a no tener la gravedad de las citadas, nos generan un estado de estrés significativo. Por ejemplo: los conflictos en el ámbito laboral, los problemas económicos, las noticias políticas, los ruidos, el tránsito, las enfermedades, los problemas de pareja o con los hijos, los exámenes, los ambientes competitivos, la incertidumbre sobre nuestro futuro. Incluso situaciones que podríamos considerar “felices” pueden ser consideradas como situaciones estresantes: casarse, tener un hijo, comprar una propiedad o un bien importante, salir de vacaciones, etc.

El sostenimiento en el tiempo de situaciones estresantes puede provocarnos diversos síntomas: taquicardia, hipertensión arterial, dolor en el pecho, dificultad para respirar, náuseas, mareos, así como también trastornos en la atención y la memoria, ansiedad, irritabilidad emocional y depresión.

Es muy importante descartar que esto sea provocado por otras enfermedades, por lo que aconsejable consultar a un médico para el diagnóstico correcto.

Como consecuencia del estrés permanente podemos enfermar, apareciendo con el transcurso del tiempo enfermedades cardíaca-coronarias, enfermedades gastrointestinales y sus consecuencias, trastornos de ansiedad, etc.

No se puede eliminar totalmente el estrés, incluso un determinado nivel del mismo es beneficioso para obtener el éxito en una tarea o competencia. Pero no existe un nivel de estrés óptimo para cada persona, ya que para algunos puede ser estresante lo que para otros es placentero. Pero en el caso que los síntomas se vuelvan preocupantes, será muy importante trabajar sobre ellos para evitar enfermedades. Es probable que niveles bajos de estrés que accionen en forma continua, incluso a nivel subconsciente, tengan una repercusión negativa en nuestra salud en el mediano y largo plazo.

El manejo apropiado del estrés supone inicialmente diagnosticarlo, identificando los síntomas, descartando otras patologías, reconociendo cuáles son las situaciones de vida que lo desencadenan para poder modificar conductas y así, atenuar sus efectos.

Algunos consejos para prevenir el estrés son:
  • Cultivar nuestras relaciones sociales y familiares
  • Disminuir las expectativas sobre los resultados de nuestras acciones y especialmente las que no dependen de nosotros
  • Ser claros en la comunicación con los demás, para evitar discusiones posteriores
  • Proponerse pequeños resultados diarios para lograr objetivos mayores, disfrutando de la tarea cumplida día a día
  • Seguir una dieta saludable, evitando el alcohol, el café o cualquier otro tipo de estimulantes
  • Realizar ejercicios en forma regular y actividades al aire libre
  • Evitar durante las comidas o antes de descansar, discutir sobre temas importantes o mirar noticieros
  • Dormir por lo menos seis horas por noche